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Claudia Gaido (derecha) premiada en Scientology, hoy muerta |
Por Petete “Argie” Anon para
Anonymous Argentina
Además de planeando y realizando nuevos eventos de recaudación de fondos para obtener aún más dinero de sus miembros, el año 2014 comenzó con una muerte en las filas de la secta destructiva conocida como “Iglesia de Scientology” (Cienciología) Argentina.
El día 16 de Enero de 2014 la Iglesia de Scientology Argentina envió un email interno y publicó en varias de sus páginas de Facebook la noticia de la muerte de Claudia Gaido, de 54 años de edad, para informar a sus miembros.
Scientology Argentina
16 de enero
La comunidad de Scientology Argentina, quiere despedir hoy a un Thetan muy importante que ayudó a mejorar el planeta un poco más, no tenemos palabras para agradecer todo lo que ayudo a nuestro propósito, Hoy dejaste tu cuerpo, pero nos vamos a volver a encontrar, HASTA SIEMPRE CLAUDIA GAIDO.
Poco después obtuvimos detalles de miembros activos así como ex miembros de la Iglesia de Scientology (Cienciología) Argentina que habían conocido a Claudia Gaudio, quienes si bien estaban shockeados por su muerte, no se sentían sorprendidos, ya que la suya, como tantas otras en Scientology, era una muerte que se veía venir.
Claudia Gaido, de la Provincia de Santa Fe, murió siendo una OT 8, el máximo nivel al que se puede llegar en la Iglesia de Scientology en la actualidad, en el cual uno supuestamente no puede enfermarse, puede manejar a voluntad materia, energía, espacio y tiempo, crear universos y poseer una serie de poderes que causarían la envidia del más dotado de los superhéroes de comics, si estos existieran, así como los poderes que promete Scientology.
El caso de la muerte de Claudia Gaido es una prueba más de su inexistencia, que ellos seguirán negando y excusando con variedad de argumentos, mientras pierden miembros, no sólo porque se mueren como moscas, sino porque se dan cuenta que han estado metidos en una gran estafa multinacional.
Así como el fundador de Scientology, el escritor de ciencia ficción L. Ron Hubbard (quien decía que "Fumar no causa cáncer de pulmón. No fumar lo suficiente causa cáncer de pulmón"), Claudia Gaido era una fumadora empedernida. Hacía años que tenía problemas respiratorios y unos ataques de tos casi constantes que impresionaban. En 2012 decidió ir a Flag, en Clearwater, Florida, la “Meca” de Scientology, esperando que luego de un tiempo allí y terapias de más de cien mil dólares, su problema de salud fuera solucionado. Cuando regresó, bajó del avión con más de 40 grados de fiebre, en pésimo estado y sumamente débil.
Un año y medio después, la Iglesia de Scientology dice que Claudia Gaido “dejó su cuerpo”, tal como dijeron en 1986 cuando el fundador de esta secta murió en la clandestinidad, escapando de la justicia, con drogas psiquiátricas que decía combatir (y su organización aún lo hace) en su organismo.
El sentido común nos dice que, fuera de Scientology, Claudia Gaido hubiera podido recibir tratamientos médicos que, en caso de no haberla curado, hubieran hecho más tolerable sus últimos años, y muy probablemente hubieran alargado su vida. Lamentablemente en Scientology, pese a lo que digan a los medios de comunicación para hacer relaciones públicas y dar “verdades aceptables”, se oponen a la medicina y piensan que los medicamentos sólo enmascaran el problema. Ni siquiera creen en las enfermedades, ya que piensan que todas son psicosomáticas, que si uno se enferma se lo está generando a sí mismo, es por algo malo que hizo en vidas pasadas, o porque tiene a alguien “supresivo” cerca, a quien debe identificar para entonces “desconectarse” de esa persona que le está haciendo mal, aunque ni siquiera se dé cuenta de ello.
La noticia de la muerte de Claudia Gaido nos entristeció mucho. Si bien Anonymous en el “Proyecto Chanology” lucha contra Scientology y busca desmantelarla mundialmente, no consideramos a sus miembros nuestros “enemigos” como ellos en cambio parecieran adorar considerarnos a nosotros los suyos. Sabemos que lo hacen por las políticas escritas por su fundador, L. Ron Hubbard, que deben seguir al pie de la letra si quieren considerarse buenos Scientologists. Sabemos que la mayor parte de sus miembros son buena gente, que realmente quiere ayudar a hacer de este mundo algo mejor, y piensan que Scientology es la forma de lograrlo. Las buenas intenciones son lo que más atrae y tienen en común la mayoría de las sectas. Lamentablemente, el lavado de cerebro que practican para aprovecharse de sus miembros consigue que en muchísimos casos, como el de Claudia Gaido, mueran pensando que han dado su vida por una causa noble, sin ver las señales y contradicciones ni siquiera en su propio lecho de muerte.
Por eso es que luchamos contra Scientology, por gente como Claudia Gaido, para evitar que tantos otros terminen como ella, para abrirles los ojos y rescatarlos a tiempo. Muchas veces lo hemos logrado, mi esposa Eevey es un claro ejemplo de esto. Pero lamentablemente, muchas otras veces tenemos que enterarnos de este tipo de noticias, que duelen mucho, pero reafirman nuestra convicción y voluntad para seguir dándolo todo para evitar que otros tengan el mismo final.
Aunque muchos de los miembros de Scientology puedan pensar que somos la peor basura del universo por oponernos a su grupo, nos solidarizamos con ellos, les expresamos nuestras condolencias, y esperamos que se den cuenta a tiempo que nosotros no somos sus enemigos, sino el grupo al cual dan sus vidas. Nuestras condolencias para sus familias y amigos, dentro y fuera de Scientology. Estamos con ustedes, y como ustedes, sentimos dolor por su pérdida.
Para finalizar, los dejamos con lo que leen cada vez que alguien muere en Scientology, escrito -como no podía ser de otra manera- por su fundador L. Ron Hubbard, que también postearon en Facebook para despedirla:
Scientology Argentina
16 de enero
Nuestra pérdida
será ganancia en otros tiempos.
Nuestras esperanzas dirigidas al futuro,
deben, pues, depender de incidentes como estos,
pues los cuerpos envejecen y se ajan.
Y en
la fina harina del molino del tiempo
se consume en servicio
como el tuyo,
y va, nuestro tiempo como un instante
hacia el ayer, donde empezará
la conquista de la Eternidad.
¿Qué sabíamos nosotros
cuando llorábamos en los días ya pasados?
Cuán a su merced nuestra ignorancia nos tenía
que en nuestra presunción sentiamos
que todos éramos mortales en este mundo
y las vidas ya vividas se perdían
derrochadas en nuestros egoístas egos.
Cuán estrecha es tal visión
creer que
deberíamos eternamente ser
el objeto de toda fatiga
y miseria
de la cuna a la sepultura,
y que, como en un drama,
el telón caiga
dejando vacío el escenario.
Cuán necio fue nuestro sentir
que éramos objeto entero de esta lucha
y que tan sólo vivíamos una vez
y que el vivir entonces reconcilió
todo lapso de una vida tan efímera.
Ah no, un drama más grande,
aquí se planteó y se llevó a escena,
y nosotros con estrecho entendimiento
pasamos por alto este designio.
Dijimos que todo es
carne mortal
el espíritu sólo es algo
que enviar, por unos céntimos
a algún extraño paraíso
para allí dilapidar su maestría
o, de no pagar el precio,
a algún otro lugar profundo
a padecer, y a derrochar
nuestra existencia.
¿A qué abismos tenebrosos
fueron arrojadas nuestras tenues mentes
para creer que la carne
es capaz de amar, de confiar o de vivir
para creer que las uñas y máscaras
son todo lo que necesitamos para soñar?
¿A qué profundo lugar
fue arrojado nuestro amor
que la masa inerte pudiera compensar?
Las ansiedades que dominaron nuestros años
se nutrieron aquí.
Y nosotros
cegados e insensibles
por otra ambición avariciosa
redujimos nuestras vidas
sólo a una.
¡Qué despilfarro!
¿Creer que todo nuestro amor,
nuestro trabajo,
nuestros dones,
nuestro conocimiento
y nuestros suspiros
estaban destinados
a consumirse
todos en un único
aliento y un destello fugaz
y bajo una sólo identidad?
Hoy, más sabios ahora
con las cadenas aflojadas
y la tiranía del culto
fatigada y hastiada con los años,
miramos
y encontramos que vivimos
no sólo una vez
sino una y otra
desde el nacimiento del cuerpo
hasta la tumba,
para nacer otra vez
y volver a la tumba de nuevo
para deshacernos de las posesiones
que a menudo terminan
con la vida.
Centenario a centenario
de una a otra era y más
marchamos por
la senda que conduce
para siempre por el inconmensurable
paso del tiempo.
Gateamos, caminamos y volamos,
nosotros conseguimos
desde aquí y eternamente
el legado de todas nuestras vidas,
y de nuevo lo perdemos todo otra vez.
Pero esta no es una mirada
triste y desolada,
no es algo lamentable
esta vida.
Una aventura pura
donde sin cuchillo o
o sin provisiones
en vuelo al infinito
y abarcamos lo eterno en un suspiro.
Una aventura es esta donde
vamos rompiendo las ataduras
del cuerpo
y seguimos caminando
nuestra senda.
Nuestro sufrir es
egocéntrico aquí
pues hemos perdido,
en verdad,
la sonrisa,
el tacto,
la destreza y la alegría
recibidas
de Claudia
quien nos dio
de su pasado
capacidad para vivir
y navegar contra
las mareas y tormentas del destino.
Es cierto que hemos perdido
su hombro
empujando tras la rueda
como están perdidos su consejo
y su fuerza
pero perdidos
sólo por un tiempo.
Ella se va
no con el triste redoble del tambor
sino con un susurro como el
suspiro de un hada
a allanar el camino
para nuestra llegada.
Allí estará ella en un halagüeño
tiempo futuro
y en un lugar futuro
su sonrisa,
su tacto,
su destreza
destinados ahí a crear
un camino para la vida.
Cierto, es muy cierto, que tal vez no
la conozcamos entonces ni
conozcamos su obra.
Pero aún así
si no enviáramos por delante
nuestros centinelas en el tiempo
no tendríamos entonces
una raza.
Y así, escindida ya
de esta
línea genética
y dirigida a algún nuevo
rincón o a un nuevo mundo,
te enviamos, claudia,
y allí habrá,
ya lo sabemos,
una sonrisa,
un tacto,
una felicidad para nosotros,
y para ti
que no pudiste hallar
en la Tierra.
Y así llegan y pasan,
el día, el año,
los milenios.
Y así avanzamos
con estandartes replegados
y en silencio,
caminamos por nuestra senda
pero ahora ya sabemos
y ahora si hallaremos
el camino.
En las tinieblas
ha penetrado la luz
en la mañana
entra la noche
al paraíso
no hace falta que vayas.
Y hacia la vida
nuestros espíritus se elevan
conquistando para siempre
el arsenal del saber.
Nosotros no temblamos
ante la muerte
sabemos que vivir
no es tan sólo respirar.
¡Levántate!
Ve, claudia,
y toma
la vida
que se ofrece ahora
y vive
con la feliz expectativa
de que nosotros
haremos nuestra parte.
Ve, claudia,
tú puedes controlar
lo que habrás de gobernar.
Nuestra pérdida
es ganancia
en sabiduría y en destreza
hacia el futuro y otras sonrisas
y así enviamos a la
cadena del imperecedero tiempo
nuestro legado,
nuestra esperanza,
a nuestra amiga.
Adiós, claudia.
Gracias, te dicen los tuyos por haber vivido.
Este mundo es mejor porque tú has vivido.
Hombres, mujeres y niños están vivos hoy
porque tú viviste.
Gracias te damos por haber venido a nosotros.
No impugnamos tu
derecho a marcharte.
Tus deudas están pagadas.
Este capítulo de la travesía de tu vida ha concluido.
Ve ahora, querida claudia y vive una vez más
en un tiempo y un lugar más felices.
Gracias, claudia.
Ahora todos los que estamos aquí alzad
la mirada y decidle a
ella
Adiós.
Adiós.
Adiós, amiga
Adiós.
Te vamos a extrañar, tú bien lo sabes.
Deja que ahora el cuerpo
se retire
para ser consumido hasta cenizas
y hasta el polvo,
en fuego limpio y terrenal
para ya nunca ser más, nunca ser más.
Y eso está ahora ya cumplido.
Vamos amigos,
Ella está bien
y se ha marchado.
Nos esperan ahora las tareas
por hacer. Y ella tiene la suya.
Allá a donde vaya.
Al hombre!
L. Ronald Hubbard